Mi vida era una película en la que tan solo cambiaba el personaje principal. Siempre el mismo guión, tus mismas mentiras y las pocas verdades. Eras el típico chico malo, rompecorazones, que me quería hacer pensar que no le merecía. Eras estúpido y pegajoso, y aunque no te merecieras ni compartir aire conmigo, me encantaba compartir saliva. No vamos a negar que nuestra escena preferida siempre fue hacerlo bajo la luna en la terraza de algún motel de carretera, pero le cogía el gusto a perderme por tu espalda en cuanto la ocasión lo permitia.Y aunque no lo queramos aceptar, desayunando café con leche y sin azúcar, nos quisimos durante eones.
Éramos dos locos que pasaban
la vida entre cafés y cervezas,
entre metemanos y caricias después de desayunar.
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